A veces desearía tener la edad suficiente para poder identificar una tormenta que se está formando en el horizonte. Para sentarme en una terraza a mirar cómo se arma, y saber cuándo entrar a resguardarme.

¿Espero o me esperan?

Si me paro, me encuentro justo en el centro de un maizal en agosto.

La falta de entusiasmo la huelen otros del mismo modo que los perros huelen el miedo de los niños.

La semana pasada aparecí en la lista de recién actualizados. Sin haber tocado nada, porque hace tiempo que no paso por aquí.
Como soy ignorante, lo tomaré como llamada poética, que es lo que hacemos los ignorantes.

Y hoy empieza el otoño. Con lo que me gustaba dormir todo el verano con la ventana abierta.

Ya no recuerdo las vacaciones. Pero, de todas formas, no es como si no me hubiera ido. Resulta extraño. Noto el desajuste, pero ya no recuerdo la causa.

He vuelto y noto que he vuelto. Me paso las tardes poniendo la lavadora, ordenando ropa en sus cajones y tirando a la basura la comida que se me ha podrido en el frigorífico.

¿De verdad es éste el resultado de las vacaciones?